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La desconocida figura del ghostwriter

Ghostwriting profesional explicado desde dentro: ética, derechos y visibilidad

El ghostwriting (escritura fantasma) básicamente consiste en escribir textos por encargo para otras personas que publicarán bajo su nombre. Es una práctica muy extendida, poco visibilizada y llena de tensiones entre legalidad, ética, profesionalidad, profesionalización, y percepción pública. Así que me parece interesante proporcionar unavisión desde dentro, que tal vez no represente a todos los ghostwriters porque cada persona es un mundo, pero al menos es una visión personal que toca los temas más importantes de la profesión y que puede aportar un panorama amplio a la hora de entender e interactuar con la figura del ghostwriter.

Pero antes de ir al meollo, un poco de historia para contextualizar…

Contexto histórico

El ghostwriting es una práctica con siglos de historia. Ya en la Antigüedad, figuras como políticos, filósofos o reyes dictaban sus textos a escribas, que muchas veces los redactaban y mejoraban sin firmarlos. 

Durante la Edad Media, en monasterios y universidades, se producían textos teológicos, científicos o literarios de forma colectiva. Lo importante era el contenido, no quién lo escribía. 

En general muchas obras eran atribuidas a figuras de prestigio aunque fueran escritas por discípulos o escribas.

Con el nacimiento del autor moderno en la Ilustración y el Romanticismo (siglos XVIII–XIX), se empieza a valorar la firma, la autoría original. Comenzaron las tensiones entre firma y colaboración, aunque el ghostwriting continuó inexorable.

En el siglo XX la práctica se profesionalizó, especialmente en el mundo anglosajón, sobre todo en autobiografías, discursos políticos y obras de no ficción, manteniéndose siempre como una figura clave detrás del texto, aunque rara vez reconocida.

En el Siglo XXI con la expansión digital, la crisis de autoría se ha diversificado: ya no solo afecta a discursos, autobiografías o libros en sus distintos formatos, contenidos y géneros, sino a contenido para redes sociales, blogs, newsletters, guiones de creación de contenido para influencers… y todo de forma masiva. Además de la entrada en escena del gran disruptor que representa la inteligencia artificial.

Falta de visibilidad 

El ghostwriting se basa casi siempre en acuerdos de confidencialidad (NDAs), esto significa que el ghostwriter:

  • No puede mostrar su trabajo como parte de un portafolio.
  • No puede hablar de sus clientes, ni siquiera de manera general en muchos casos.
  • Ni siquiera puede mencionar que participó en una obra o proyecto.

Esto deja al ghostwriter en una posición profesional muy invisible, lo que complica la construcción de su reputación, su valía y su profesionalidad, en definitiva, de su marca personal. Su valor está en el anonimato, pero esa es también su cruz.

En algunos casos, sin embargo, se pueden negociar condiciones específicas que permitan mostrar el trabajo total o parcialmente. Algunas fórmulas habituales son: 

  • Tener el consentimiento explícito del cliente
  • El uso de créditos compartidos (como poner «con la colaboración de»)
  • Menciones genéricas (firmar como por ejemplo «el equipo de redacción»)
  • El uso de seudónimos compartidos.

Derechos de autor

Una de las operaciones más habituales en la práctica del ghostwriting es la cesión total de los derechos de por vida a cambio de una única compensación económica.

Y es importante entender que, aunque el cliente compra los derechos de explotación (uso) del texto producido, en muchas legislaciones como la española, los derechos morales de autoría no serían transferibles, es decir, el «autor real» seguiría siendo el ghostwriter, aunque no figure como tal.

Esto genera una zona resbaladiza entre la ética, la propiedad intelectual y la práctica editorial. Si el ghostwriting se hace sin transparencia (por ejemplo, para obtener premios literarios), puede considerarse incluso fraude ético.

Por tanto, aunque sea una practica habitual, es importante entender a lo que el ghostwriter está renunciando:  

Y es que renuncia por completo a renegociar contratos, además de a cualquier beneficio futuro por ventas, reediciones, traducciones, adaptaciones… incluso aunque el libro se convierta en un éxito mundial.

Fuera de los cauces del ghostwritng, otras modalidades de trabajo por encargo que atienden a la forma de operar con los textos son: 

  • Alguien tiene una idea y encarga la creación del texto. En este caso en términos de reconocimiento en los créditos y, por tanto de derechos derivados, la persona de la idea figura como «idea original» y el escritor como «autor».
  • Otra opción es lo anterior y/o la coautoría.

Vamos, que es la formulación marxista de toda la vida: vende su mano de obra, (su fuerza de trabajo), que genera un valor mayor de la recompensa económica que recibe, no controla el proceso de trabajo y el producto de dicho trabajo no le pertenece. Aplicado al ghostwriting, el escritor fantasma o en negro (como se da por llamar también), hace una venta definitiva de creatividad en términos de servicios profesionales sin participar en su recorrido económico, que en este caso, además, es una desviación del proceder autoral.

Por eso cada vez más ghostwriters negocian cláusulas mixtas:

  • Un pago base + porcentaje de regalías.
  • O mantienen al menos una parte de los derechos de adaptación.
  • O firman como “coautores” de manera semi-anónima (más frecuente en no ficción).

En cualquier caso, y aunque parezca una obviedad, debe recibir una compensación cuando menos justa.

Autoridad pública

El ghostwriting tiene una contradicción esencial, que es importante entender:

  • Es una practica normalizada y profesionalizada, especialmente en ámbitos como el político, el corporativo o el editorial comercial.
  • Pero a la vez no está claramente visibilizado, y eso lo convierte en una especie de tabú.

Esto se debe a varias razones:

  • Por un lado la ambigüedad legal o moral anteriormente comentada.
  • Por otro lado genera un estigma que resta autoridad, y que se puede formular como: si alguien publica un libro que no ha escrito, es porque no tiene la suficiente autoridad sobre el tema.

Cuando en realidad no es que necesariamente no tenga autoridad o expertise sobre el tema, sino que no es un profesional de la escritura, que no tiene los recursos (como por ejemplo tiempo) para llevar a cabo esa parte del proyecto que ha decidido delegar, o que el papel que quiere adoptar en el proceso es de mero empresario.

En cualquier caso, contar con un buen ghostwriter en unas condiciones justas, es buena idea para maximizar la calidad de un proyecto, porque cada uno debería de desempeñar principalmente la función en la que es capaz de llegar a la excelencia. 

Las malas experiencias con los ghostwriters 

Es cierto que en general podemos encontrarnos con gente poco profesional y poco responsable, pero sobre todo las malas experiencias suelen venir de contactos inexpertos, especialmente en las primeras veces por ambas partes (ghostwriters y contratantes). Y las razones son variadas:

  • Aceptar acuerdos bajo un mal calculo del tiempo en el desempeño y la realización del proyecto (generalmente todo suele llevar más tiempo y trabajo del que aparenta).
  • Aceptar acuerdos bajo un mal calculo del precio (lo más valioso que uno tiene es su tiempo y la remuneración debe de compensarlo).  
  • Falta de «química» y/o entendimiento inicial: no solo se trata de encajar en temáticas, trabajar con seres humanos va más allá de lo puramente funcional, y entender la información que hay detrás de las sensaciones que nos generan las interacciones con la otra persona a veces es de vital importancia. Además, aunque en ocasiones es tedioso, hay que sentar las bases al principio y por ambas partes, del proceso y modo de trabajo, de cómo se va a dar la comunicación, y de las expectativas de cada uno.  
  • Falta de comunicación general. A medida que el proyecto avanza todo puede complicarse más. Pueden surgir cambios de idea o enfoque debidas al propio desarrollo del proyecto, desajustes puntuales en las expectativas etc que hay que saber gestionar y que deben de tener coherencia con las bases acordadas al principio.
  • Exigencias técnicas excesivas. A veces por aprovechar tendencias del mercado,  tratamos de cubrir cuotas o nichos de mercado que necesitan un nivel mucho mayor de expertise del que aparenta. Es importante saber lo que estamos pidiendo por la parte contratante y lo que somos capaces de dar por la parte del ghostwriter.

Qué es Ghostwriting

El Ghostwriting, y mas ahora que parece que con la IA todo el mundo puede hacer de todo, desde luego NO es una aséptica recogida de información. Y mucho menos una simple reescritura para burlar los verificadores de IA.

Lo que si es Ghostwriting, es un proceso de documentación profunda, sobre la temática, sobre el cliente, sobre las referencias del mercado, sobre la fiabilidad de las fuentes de documentación etc.

Los textos creados por el ghostwriter no solo deben de reflejar el enfoque y planteamiento del cliente para el proyecto en vigencia, sino construir o respetar en caso de que ya exista, la voz y el tono de la marca editorial. Esto es básico para diferenciarse en un mundo atiborrado de productos, para evitar ser una copia barata, para salirse del mundo repetitivo en el que vivimos y aportar visiones frescas y actualizadas. Por tanto el ghostwriter tiene que entender los matices finos y sutiles y plasmarlos con precisión quirúrgica. 

Cada mínima decisión que se tome tiene que estar orgánicamente justificada acorde al proyecto y al contexto amplio de la marca editorial en construcción, porque la arbitrariedad en las decisiones lleva a la inercia y la inercia lleva a la copia, a la vulgaridad, a la mediocridad. El ghostwriter guía e implementa cualquiera de esas sutiles decisiones. 

En definitiva, un buen ghostwriter es la herramienta que plasma la narrativa, la construcción intelectual y estratégico-expositiva del proyecto editorial que tiene el cliente, lo tenga de forma explicita o latente, sin interferir de forma personal en dicho proceso, y creando un resultado mucho más auténtico que si lo escribiera el propio cliente, debido a la calidad en la que está expresado.

Tarifas cuantitativas y low cost

Hay muchas formas de trabajar, tantas como ghostwriters, pero también de proceder teniendo en cuenta el estado de evolución del proyecto editorial.

Hay gente que tiene claro y muy avanzada su marca editorial y le proporciona las indicaciones al ghostwriter de forma muy acotada (generalmente ocurre cuando tiene ya varios libros similares bajo la misma marca editorial). Mientras que hay otras personas que están en lugares más incipientes, que están no solo explorando los formatos del proyecto sino su modelo y su marca editorial, y en este caso es necesario un acompañamiento de cómo quiere enfocar y diferenciar su negocio. 

Cada contratante tiene que saber lo que necesita y cada ghostwriter lo que va a aportar, y eso se debe reflejar en las tarifas.

Generalmente las tarifas cuantitativas (las de x euros por 100 palabras), especialmente de las plataformas low cost, frente a tarifas por tramos, mucho más personalizadas y artesanales, suelen atender a la primera forma de operar, pero además generalmente con formas más mecánicas y resultados menos orgánicos, y es que hay que tener en cuenta que no es lo mismo contratar un traje hecho a medida por un sastre, que comprarte cualquier cosa en una tienda low cost, que no es lo mismo una casa a medida que un adosado.

Conclusión y recordatorio

Y termino como empiezo: mi intención con este texto es únicamente ampliar el punto de vista en el proceso de búsqueda y contratación de un ghostwriter, y dar una visión desde dentro. 

En general, los avances tecnológicos están facilitando la «democratización» de los procesos, en este caso editoriales, y que las personas no necesiten un presupuesto elevadísimo para montar su negocio desde cero; ahora bien, esto a su vez está generando una desvalorización del trabajo ajeno, porque parece que todos somos capaces de hacer de todo. Valoremos el tiempo, la implicación, el talento y la experiencia del prójimo de la misma manera que nos gusta que nos lo valoren a nosotros, y esto es aplicable a casi todos y cada uno de los aspectos y áreas de nuestra vida.

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Velocismo editorial es una pequeña autoeditorial independiente, experimental, ecléctica, inserta en la filosofía del DIY o “hazlo tú mismo” y en el movimiento slow life y slow art. Trata de colaborar con la creación de una escena alternativa al margen de los circuitos comerciales habituales, alejada de estructuras narrativas y temáticas recurrentes, y respeta los tiempos creativos que suelen ser mucho más largos de los que trata de imponer el mundo moderno acelerado en el que vivimos, aunque dicho mimo le suponga convertirse en un proyecto muy personal. 

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