Que vivimos en un mundo con una fuerte inercia a la uniformidad, parece que de eso no hay duda. Especialmente desde que los preceptos de la postmodernidad se instalaron en nuestras vidas cotidianas. Vivimos sometiéndonos al consumismo voraz, especialmente comandado por las tiránicas aplicaciones del neuromarketing. Si algo funciona, hay que copiarlo hasta agotarlo, y hasta que esté inventada la manera de implantar la nueva tendencia de turno.
Nuevas tendencias en literatura infantil
Y no nos engañemos, como creadores, como mínimo de forma inconsciente, solemos tener esa inercia a replicar dichas tendencias mayoritarias, porque estamos constantemente expuestos a ellas. Aunque también es cierto que todos preservamos o todos podemos preservar un cierto grado de autenticidad, que viene de la mezcla personal de los productos estéticos y culturales a los que nos hemos expuesto desde niños, mezclados con nuestras vivencias, experiencias, inquietudes y búsquedas personales.
Y a veces, cuando ese cúmulo individual de condicionamientos internos te absorbe tanto, en ocasiones te das cuenta de que no sabes muy bien dónde encajar lo que has creado, ni mucho menos determinar qué lo hace distinto. Así pues, de vez en cuando está bien pararse a investigar y a reflexionar profundamente.
Esa es una de las cosas que he estado haciendo en los últimos meses, especialmente en lo referente a mi manera de escribir literatura infantil, y he hecho ciertos descubrimientos que tal vez resulten interesantes:
1. Estructura narrativa: más allá de lo lineal
La mayoría de las historias infantiles se centran en una narración lineal y generalmente simple, donde se plantea un problema concreto que tiene una solución, un aprendizaje y una moraleja más o menos directa.
Sin embargo, una estructura narrativa menos convencional se basa en personajes sin respuestas definitivas, cuya evolución está abierta a la interpretación y define la trama de manera subjetiva. Este enfoque ofrece una experiencia más reflexiva y enriquecedora tanto para niños como para adultos.
2. Construcción de personajes: romper con los arquetipos
Lo convencional en literatura infantil son personajes arquetípicos (el niño bueno, el niño travieso, la mascota divertida…), con roles bien definidos.
Un enfoque más innovador implica la creación de personajes que exploran las motivaciones detrás de sus actitudes y que reflejan distintas formas de enfrentarse a la vida.
Otro punto diferenciador es que, en lugar de seguir la estructura clásica de villano y figura heroica, los personajes simplemente tienen una dinámica de convivencia no maniquea que aborda temas de responsabilidad, aceptación y resolución de conflictos.
3. Dilemas emocionales y profundidad filosófica
Los cuentos para niños suelen simplificar los dilemas emocionales y no necesariamente invitan a una reflexión profunda sobre el significado de las experiencias cotidianas.
Sin embargo hay una cualidad muy atractiva a explorar, y es la complejidad de lo simple, la combinación de elementos simples (niños, objetos cotidianos, situaciones cotidianas) con temas universales (la amistad, la convivencia, el respeto…), que estructuradas de determinada forma pueden aportar mayores capas de profundidad emocional y reflexiva (y que por ello permite lecturas adultas), organizada de forma que parece accesible pero que tiene mucho más que ofrecer al lector atento ya que invita a pensar más allá de los eventos de la historia.
El reto: hacer historias comprensibles y disfrutables
El gran desafío en el cómo escribir cuentos infantiles originales, es mantener un equilibrio entre la originalidad y la comprensión, en crear relatos accesibles y disfrutable para los niños, sin perder la profundidad y adaptados al target, y es que a veces, los libros que parecen más sencillos son los más difíciles de escribir.
Ejemplo práctico: ‘Niña Plátano, Chico Naranja y Sapo Gordo’
Para que todo esto no quede de forma abstracta, pues para muestra un botón. En general todos mis libros suelen estar creados bajo varios de esos preceptos, pero especialmente mi nuevo libro ‘Niña Plátano, Chico Naranja y SapoGordo’, que además lo hace en un formato brevísimo.
Más allá de su atractiva portada de influencia fanzinera, su característico estilo visual comandado por las ilustraciones del ya habitual artista Diego Blanco López, y su letra grande, que constituyen una experiencia sensorial en sí misma, además de un toque moderno y experimental, la narración cumple una función reflexiva.
Es una breve historia que narra el conflicto de dos hermanos: una niña que adora el orden, su hermano que se deja llevar por el caos y el sapo adoptado que ejerce el rol de “causante de problemas”, y que cuestiona el concepto “mascota”. Los personajes, más allá de sus personalidades contrapuestas de orden y caos, encarnan, a través de situaciones cotidianas, una relación de aceptación mutua, lo que genera una atmósfera cálida y reflexiva, especialmente con el giro emocional que supone introducir el papel de la memoria.
Conclusión: encontrar tu propia voz
Mis propuestas son las que son, y yo siempre me acabo viendo a mí misma en una eterna tensión: siempre sigo mi propia voz de forma firme y asumiendo las consecuencias, a la vez que inconscientemente imploro un cierto grado de validación.
📢 Cuéntame: ¿Cómo son tus procesos creativos a la hora de escribir? ¿y tus criterios a la hora de leer? ¿tienes algún tipo de dilema con respecto a la búsqueda de validación?