He empezado a hacer mentorías o acompañamientos de escritura para ayudar a dar forma a proyectos como lo es escribir una novela o simplemente para que la gente encuentre su voz y su estilo a la hora de crear textos para redes sociales, newsletter, blog o web, y me he encontrado con que dos de los mayores condicionantes de la creatividad que más bloqueo generan son:
Por un lado, la inmediatez. El querer tener el texto para ya mismo, sin respetar los tiempos naturales de cada uno. Y es cierto que la creatividad se puede forzar, pero normalmente a costa de la calidad.
Por otro lado, el introducir al lector demasiado pronto. El comenzar escribir ya con las perspectivas de que lo que uno escribe va a ser leído. Y suele haber un abismo entre esto frente a la fluidez con la que salen las palabras, unas detrás de otras cuando uno se permite un espacio íntimo únicamente destinado a expresarse libremente, y luego con la misma libertad, poder decidir si se quiere o no compartir, qué partes y de qué manera.
Ambas cuestiones suelen restarle un poco de disfrute a la escritura, especialmente como actividad exploratoria, calmante u ociosa. Así que he seleccionado un par de pasajes de un libro que me he leído este verano titulado, «El Vehículo Perfecto» de Melissa Holbrook Pierson, editado por La Mala Suerte Ediciones, únicamente para deleite sensitivo.
«Los camiones son como balizas de luz hogareña en la oscuridad y el anonimato de las autopistas, concitan nuestro anhelo de asomarnos a la intimidad de alguna de esa multitud de vidas que sigue su curso sin nosotros pero que podría atesorar algún indicio que nos ayude a entender nuestra propia existencia. Estos tipos… es tan fáciles atribuirles una espiritualidad escondida que podríamos reconocer a simple vista y alcanzar con la mano si deambulásemos por estos lugares misteriosos que hay junto a la carretera».
«… He compuesto grandes poemas a cien kilómetros por hora, pero allí se quedan, planeando sobre el asfalto, reacios a que me los lleve a casa».
Expresan muy bien lo que a veces los demás nos suscitan cuando estamos en estados de ánimo de apertura hacia el mundo y también la sensación de expansión mental cuando logramos un tipo concreto de bienestar, que la protagonista experimenta encima de su moto.
Y es que la escritura entrena los sentidos, y convierte lo ordinario en extraordinario, porque lo elije. Los elementos aislados adquieren un sentido que consciente o inconscientemente construimos. Un sentido que cuando se descubre es una fuente de la que mana información sobre nuestra forma de percibir el mundo.
La escritura estimula la capacidad de influir en la memoria. Se puede acudir a determinadas vivencias de forma concreta, reconfigurándolas, resignificándolas y alterando la serie de sensaciones en las que el pasado se difumina.
La escritura es una herramienta con la que vehicular el discurrir del mundo y con la que modelar el imaginario colectivo renovando y explorando nuevos caminos.
Por último, si estás buscando literatura infantil de calidad (divertida, bien escrita y con formas peculiares de entender el mundo), dale una oportunidad a Pilgrís que te va a sorprender.
Y dirás: -ya claro, ¿qué me vas a decir tu?
Pues si, que te voy a decir yo que he creado a este pequeño ser y todo su universo narrativo, pero le tengo un profundo aprecio y se de buena tinta que resulta simpático y entrañable, y que quien entra en el planeta pilgrisiano ya no quiere salir de ahí.
Feliz escritura.