Hay alguna persona que me ha escrito para que le aconseje sobre qué hacer con su «manuscrito», sobre cómo moverlo.
Para mi aconsejar es un error garrafal dado que cada proyecto es un mundo.
Por otro lado, yo no soy ejemplo de nada porque, a día de hoy, no he recuperado la inversión ni de mis libros ni de mi proyecto editorial y además mis ventas son mínimas (espero no haber dado nunca una imagen errónea).
Por eso decidí compilar el manual gratuito y comenzar las jornadas online de autoedición, para que quien quiera pueda hacerse una idea del vasto panorama y pueda tomar las decisiones que considere más adecuadas.
Recuerdo que hace años fui a la presentación de una editorial y al escuchar que aún no vivían de ello sino que era una actividad residual en sus vida, una sensación de incomodidad me atenazó.
A mi personalmente me ha costado literalmente más de media vida (y ya tengo unos años) centrarme en hacer las cosas que son importantes para mí por el simple placer de hacerlas, dado que son importantes para mi (valga la redundancia). En este caso centrarme en escribir y en darles la oportunidad de sacarlas a la luz. Y si uno hace lo que es importante para uno desde el lugar más honesto que puede, también para uno mismo, nada suele ser un demérito nunca.
Con todo esto lo que quiero decir es que yo no me veo capaz de aconsejar el camino que tiene que seguir nadie, lo que si que puedo hacer es desvelar y exponer las cosas que a mi me ayudan, existencial y materialmente hablando, primero de todo para no morirme de frustración, que ya es:
La escritura como un fin en sí mismo
Para mi es importante priorizar el placer por la escritura frente a la necesidad de moverlo a toda costa. Que la escritura sea un fin en sí mismo. Aunque tengamos un montón de manuscritos en un cajón, estos no son inútiles, son aprendizajes, partes rescatables que pueden formar parte de un nuevo proyecto o proyectos que maceran hasta encontrar el toque definitivo que consideramos que les falta. Pueden entonces servirnos para mas adelante, para reciclarlos o transformarlos. Nada suele ser inútil. La mayor parte de las cosas tienen su utilidad, aunque sea en cierta medida.
El tiempo y el placer en investigar
Otra cosa que me ha ayudado mucho es buscar tiempo y encontrar el punto de placer en investigar el panorama y las herramientas disponibles. También en escuchar las experiencias de los otros, que se pueden contextualizar, que aportan matices casi imperceptibles en los que encontrar pequeñas pistas. La prisa es una nefasta consejera además de un estresor peligroso.
Las dichosas «no» fórmulas mágicas
No hay formulas mágicas ni universalmente establecidas. Lo que sirve para uno no tiene por qué servir para otra persona ni para el momento actual. A veces uno va encontrando y entendiendo lo que le encaja una vez que se lanza al abismo, no previamente a ello. Otras veces, sencillamente, a uno le toca abrir nuevos caminos.
Huir de la euforia
La vida es imprevisible y sus tornas se giran a veces hacia lugares más favorables, a veces menos, y todas ellas nos descubren nuevas realidades. Con esto lo que quiero decir es: no nos cerremos puertas por miedo, no descartemos nada antes de sopesarlo en profundidad, pero no nos lancemos a todas las que existen por ansiedad y/o flipamiento. El flipamiento (y su consiguiente euforia) suele conllevar frustración (yo tengo mucha tendencia a él), porque genera expectativas que a veces nada tienen que ver con la realidad que se nos va manifestando, así que mejor intentar abrirse oportunidades sin perder nuestro propio norte.
La vida sin elipsis
La vida no es como una película con sus elipsis que nos llevan a los hitos narrativamente significativos, la vida es un continuo donde cada pequeño detalle cuenta y tiende a relacionarse e influir en el resto de pequeños detalles y cada uno de esos pequeños detalles merecen ser vividos. Aplicado a la escritura y los proyectos editoriales lo que quiero decir es que probablemente para la mayor parte de la gente la escritura y los proyectos editoriales supondrán una carrera de fondo y resistencia, de avance casi imperceptible o a trompicones. La parte menos agradable de esto es evidente, la parte bonita es que uno tendrá que estar constantemente renovando su entusiasmo para poder seguir adelante, lo que supone elegir ese camino una y otra vez (esto está basado en un concepto de Kierkegaard). Las cosas que suponen mucho esfuerzo también suelen necesitar una mayor convicción, pero una convicción viva, no una automática y aburrida.
De forma más concreta o material, lo que me ayuda, a día de hoy, a tratar de sacar adelante Velocismo editorial es esto:
Asociaciones, gremios y ferias
Por un lado, las ferias o mercados de artistas, libros, edición independiente… que suelen ser vitales para enterarte de cómo funciona todo, y te ayudan a ir encontrando «teclas» que van configurando los bandazos en tu trayectoria.
Por otro lado, asociarte o agremiarte como autor, editor… (según el caso y los requisitos) en tu comarca, provincia, comunidad autónoma… (según las posibilidades de cada uno) lo que permite acceder a un mayor número de eventos importantes y sobre todo hacer comunidad y no sentirte aislado.
Yo, con el Gremio de editores me voy enterando de las Ferias de libros que hay por Asturias, y no solo me gusta acudir por la feria en sí y lo que eso supone como escaparate y por las posibles ventas. Estoy redescubriendo Asturias. Voy con tiempo de sobra para no estresarme cuando me pierdo, porque siempre me pierdo. En el trayecto voy cantando a pleno pulmón canciones de mi adolescencia, post adolescencia y juventud temprana de los «cedés» sobados o rayados que tengo de cuando la gente aún compraba «cedés». Canciones como «Jane Says», de los «Jane’s Addiction», «Street Lobotomy» de los «Body Count» o de «Belvés» de mis queridos Pablo y Chris. Mientras mi pequeño Aveo sin derecho a competir con los coches potentes suscita piques por ir al límite dentro de la velocidad permitida. Pero lo mejor es la recopilación de anécdotas que se suceden en dichas ferias y sobre todo cuando tus compañeros te ayudan y te apoyan o cuando gente extraña se interesa por tu trabajo y te desean sinceramente que te vaya bien, eso no tiene precio y siempre me dan ganas de llorar de la emoción.
Este texto es bastante más personal que los anteriores del blog, pero aún así lo quiero compartir porque a veces contextualizar ayuda a «humanizar» los procesos y las trayectorias que a cada uno le toca atravesar. Así que voy a compartir aún una cosa más.
El refugio de la lectura
Y es que este verano la muerte de mi perro, entre otras cosas, ha supuesto una sensación muy grande de desvalimiento, de vivir constantemente en un mundo hostil, y es que cuando las ráfagas de consciencia del sufrimiento que hay en este planeta se colaban, normalmente me abrazaba al perro y todo ese dolor se transformaba en una fuerza que podía utilizar de la forma más conveniente. Los animales facilitan la transmutación de las emociones si sabes cómo hacerlo o mejor dicho si no lo exiges ni lo entorpeces, y si dicho animal es una prioridad y no una herramienta.
Como el perro ya no está he tenido que buscar aquello que me hace fuerte de nuevo, y me ha sido posible gracias a refugiarme en la cultura y la escritura (hace años tuve un intenso détox cultural que me ha cambiado la forma de relacionarme con esta, con la cultura), y he optado especialmente por los libros, por la lectura. Me bastaban unos 10 o 20 minutos al día dedicados completamente a disfrutar intensamente de un libro para notar un cambio radical en mi estado de animo que me duraba el día entero.
En este mundo en el que hay un exceso de cultura audiovisual, el libro te permite adentrarte más en nuevas realidades, porque te exige una mayor atención.
En la lectura encuentras que, desde la cotidianeidad de las historias, se abren inquietudes existenciales comúnmente compartidas, reflexiones sobre la vida y muerte, sobre la función del placer y el dolor, intentos de discernir cuáles son las mejores maneras de estar en este mundo sin caer en los planteamientos simplistas y maniqueistas…
Además de las personas maravillosas que tengo a mi alrededor, del bullicio existencial de las afueras de París, del deporte de ciudad y del tratar de quitarse el calor del verano en las terrazas, los libros han sido mis mejores aliados este verano de introspección.
Muchas gracias siempre por leerme.