A veces los procesos creativos son desquiciantes, sobre todo cuando no tienes referencias y te sientes en tierra de nadie. A veces durante el proceso tienes miedo a perderte en todo, en cada pequeño detalle. Es como estar en medio de un inmenso océano que uno mismo ha creado, en medio de la nada, dedicándole cada rato libre. A veces tienes frío, a veces es muy agradable, a veces las olas te zambullen, a veces tienes que nadar, a veces te tienes que dejar llevar y a veces necesitas ver tierra firme y no encuentras nada a la vista, especialmente cuando te entra la prisa por terminar, y sabes que aparecerá pero no tienes ni idea de cuando ni como será… y lo importante es no olvidarte de respirar… Pero a pesar de todo, la fase de escritura, la fase de creación es o puede ser un refugio y cuando se termina se abre otro abismo mucho mayor: salir al mundo con la desnudez y la vulnerabilidad que eso supone.
Mostrar o no nuestros escritos, compartirlos, normalmente es opcional y constituye una fase muy posterior a la de la creación (que requiere de total libertad) pero en el momento en que decidimos hacerlo y en especial en el momento en que te imbuyes en el proceso de revisar qué y cómo queremos transmitir lo que hay en nuestros escritos y si la información se entiende, es normal que entre la prisa por integrar los nuevos descubrimientos que vas haciendo, y el vértigo e inseguridad por la posibilidad, bastante realista, de estar haciendo algo mal: no se me entiende, no interesa… y entonces, aún así tienes que pararte a pensar, a repensar, a recordarte: lo hago por mi, ante todo me tiene que gustar a mí (gracias Pablo, por recordármelo con frecuencia).
Cuando tienes la versión de trabajo «enseñable», la primera herramienta, la que tienes más a mano, es dárselo a leer a gente de tu entorno que eliges con criterios puntuales. Y estás a expensas de estos que no tienen obligación de darte feedback, y te sientes una pequeña molestia por pedir el favor, a expensas también de sus tiempos (olvídate de tus plazos y maneja tu ansiedad y tu impulso a la inmediatez), y te sientes expuesto por mucho que confíes en las personas a las que se la has dado a leer, y por mucho que sepas que tu no eres tu obra. Te sientes igual que ante una entrevista de trabajo, o cuando quedas con alguien que te gusta: a expensas del otro en cierta manera. Con el feedback llegan los ajustes necesarios y, en teoría ya estamos preparados para salir al mundo, o más bien lo está nuestra obra.
«Miedo y asco en las redes sociales»
Y entonces aparece: «el miedo y asco a las redes sociales», «el miedo y asco» a la promoción y a la distribución, a salir al mundo en definitiva y emergen a lo bestia nuestros conflictos, y contradicciones: que si te toca las narices que las redes sociales sean el cómo te presentas al mundo y que tengas que presentarte de alguna forma en concreto, que si tecae mal mucha gente por sus personajes en redes sociales: por falta de naturalidad o en cambio por demasiado exhibicionismo, que si de lo que se trata es de convencer a la gente de algo (se trata de darse a conocer, no de convencer a nadie), que si te cuesta mostrarte y te frustra que, salvo tu grupo de amigos, nadie ha hecho caso nunca de tus cosas (es normal y legítimo intentar encontrar a tu público y obtener algún beneficio)… y todo eso que ya sabemos y que es real, pero uno puede decidir cómo llevarlo a cabo, y es ahí dónde reside la clave. Los diversos caminos puedes ser lícitos pero cada uno tiene que encontrar el suyo propio.
Puedes conocer las herramientas de marketing y llevarlas a tu terreno mediante constantes ejercicios de honestidad personal. Uno tiene que descubrir cuando está ante miedos y prejuicios y cuando se está saltando su rectitud interna (que debe estar marcada únicamente por criterios personales y no sociales).
Pero sobre todo lo importante es saber lidiar o minimizar la necesidad de recompensa, ya sea en forma de reconocimiento, aprobación, triunfo, éxito… es decir, las expectativas, y con ellas los plazos, la incertidumbre, las críticas, las frustraciones…
La necesidad de recompensa
Algunos conceptos relacionados con la recompensa son:
Tener fama o hacerse famoso, y triunfar o tener éxito. Tener éxito pueda ser un concepto más subjetivo y personal pero normalmente las variables que maneja es el reconocimiento (tener tu público) y/o una cuantiosa remuneración económica (éxito económico), es decir, parece que las ventas miden la “aceptación” de tu obra. En cualquier caso, normalmente el problema es que, tengamos lo que tengamos, solemos querer más, lo que nos convierte en insatisfechos crónicos porque nunca nada es suficiente. Y, cuidado, que no dejarse llevar por esta tendencia del querer más no significa irse a lo contrario o confundirla con: no arriesgarse, no verse capaz y convertirse en un conformista. Lo complicado a veces es saber dónde está situado cada uno.
En cualquier caso, el éxito, la fama el triunfo… normalmente se fundamenta en las expectativas y en la aceptación por parte de los otros, en la aceptación social según sus propias reglas no según las nuestras… además de que tantas referencias y por tanto expectativas, conscientes o inconscientes, de cómo es el éxito y de cómo deber de llegar (de forma inesperada, a lo grande, en plan el sueño americano: que te descubran y la petes), fomenta que nos olvidamos de que nuestro proyecto es personal, es decir, único en sus tiempos y sus circunstancias…
Y aunque suene a tópico barato, la recompensa es el proceso y también lo son los resultados de nuestro propio proceso interno. Y me explico: estar a expensas de la aceptación externa y tener referencias, suele pasar por compararnos, y esto suele conllevar sentir un fracaso irreal por dicha comparación, y digo irreal porque incluso en ocasiones aparece aunque realmente nos guste nuestra vida cotidiana, nuestro proceso, nuestro camino… También ocurre por minusvalorar los inicios y el camino hasta llegar al supuesto éxito, y es que tal vez el «triunfar» venga como consecuencia o no de lo que creas o expresas, y tal vez «tu sueño» o el éxito o la fama te llega con 99 años y al día siguiente te mueres, y entonces tu vida, si estaba a expensas de esto, no habría tenido sentido, habría estado desperdiciada. Si esa es tu motivación estarás a expensas constantes de la frustración si no ocurre o tarda en ocurrir. Por tanto, no depender del éxito, no denostar vivir de otra cosa si es el caso, nos ayuda a disfrutar del proceso, a manejar la ansiedad por la resolución inmediata de todo y aceptar que generalmente todo son procesos largos.
También nos ayuda, al eliminar la urgencia y la exigencia (que no la calidad), a no agobiarnos con tantas decisiones, con el cuadrar tiempos y detalles, solicitar presupuestos, con temas burocráticos, con solventar errores de última hora improvisando, nos ayuda a ser cautos, a gestionar la emoción o las emociones, que extenúan, a atender a experiencias pasadas, a trabajarnos las no expectativas… y todo por el simple placer de hacerlo. El supuesto éxito de referencia igual no llega nunca, igual descubres que para ti el éxito es otra cosa, igual cambias de camino… No porque tenga de malo dicho éxito, pero un ancla a tierra cuando nos entren las dudas puede ser el preguntarnos si todo lo que hacemos lo haríamos aunque nunca obtengamos nada, y solo por el placer y el acto de hacerlo, si nuestro proyecto se sostiene a si mismo, sin prisa, y si todo lo extra es bienvenido pero no dependemos de ello, si es así, parece ser que lo que tenemos entre manos es importante y que debemos continuar (Rilke en «Cartas a un joven poeta» expone con detalle esta interesante idea).
Escribir por necesidad, por potencialidad, por pura pasión, por puro impulso creador, como legado personal al mundo y no por estatus, por ganarse la vida, por éxito, fama… (aunque estas motivaciones sean IGUALMENTE lícitas y respetables), facilita, que no garantiza, la independencia, y la calidad y la autenticidad no en sí misma sino la que deviene de la independencia, también facilita, que no garantiza, desarrollar tu propio criterio y no contaminarlo. Es decir, primar tu romanticismo interno puede ayudar a que no te perviertas, no te vendas frente a primar la practicidad y la economía, pero es una decisión personal y tal vez también sea posible conjugar ambas, eso ya cada uno verá cómo llevarlo a cabo. Por lo general la mayoría de las veces nuestras motivaciones son una mezcla de todas ellas, y lo importante es tener en cuenta simplemente lo que prima en estas, lo importante es hacer un concienzudo ejercicio de honestidad y si al menos tenemos claras nuestras propias motivaciones, resultará más sencillo y menos frustrante ser consecuentes con el desempeño de estas, y no engañarnos a nosotros mismos.
Y de nuevo, podemos escribir por pasión, por necesidad… y ya ver si queremos mostrarlo, pero una vez que decidimos mostrarlo, salir al mundo, la gran dificultad radica en adquirir una responsabilidad y un compromiso con uno mismo, con el proyecto que uno tiene entre manos y que implica buscarle, brindarle, facilitarle o aprovechar según que oportunidades, a la vez que te sigues trabajando el no tener expectativas, es decir, que tienes que batallar contras las expectativas, las frustraciones, las obsesiones, las decepciones… para que estás no prevalezcan sobre el trabajo en sí. En definitiva, no es lo mismo usar la escritura como la única salida para conseguir algo que como una vía de relajación y expansión, o lo que es lo mismo, es importante no relacionarme con el mundo exterior desde la escritura (esto debería ser, como mínimo, secundario): no escribir para vengarme del mundo, para relacionarme desde esta, para conseguir cosas… sino por el placer y el crecimiento que supone hacerlo, por el espacio y el remanso de paz y fuerza que resulta.
La gestión de errores y críticas
Luego está la gestión de errores. Porque los errores existen, no hay que negarlos, a veces duelen pero normalmente suelen servir como revulsivos, puntos de inflexión, aprendizajes… y es que normalmente solo te sueles cuestionar las cosas cuando estas «salen mal». A veces tienes la sensación de que tus caminos llevan al error y más aumenta la sensación cuantos más errores se te presentan, pero no queda otra que aceptarlos, aprender de ellos, subsanarlos y no comparar tu camino con el de nadie. La mayoría de veces te revelan tu capacidad resolutiva y de cambio. Y hay que ir paso a paso porque generalmente no se tiene la capacidad para gestionar lo que está por llegar, sino solo lo que va llegando.
Una anécdota graciosa con la que uno puede encontrarse es la reacción de los otros cuando a las preguntas «qué tal tu proyecto y qué tal las ventas» tu respuesta es «mal», pero cuidado, mal como realidad objetiva, como descripción de un hecho, no como emoción subjetiva, es decir aunque ese «mal» no venga acompañado de queja o drama, podemos ver en los otros una tendencia bien intencionada a decirte lo que podrías o deberías de hacer, y a veces tal vez te aporten ideas y perspectivas que no habías valorado, pero muchas otras veces ya has sopesado y valorado esas propuestascon anterioridad y sencillamente no son viables. A veces simplemente lo que ocurre es que con ese «mal» le estás descalabrando al otro el idílico escenario de que «los sueños se cumplan».
Y por supuesto tienes que asumir las criticas posibles una vez que lanzas tu libro al mundo, y según las vas descubriendo es normal que generen cierta incomodidad, pero te ayudan a ampliar tu espectro de percepción sobre tu propia obra. Nos sirven para sacar información porque constituyen imágenes que te devuelven de lo que has hecho, aunque a veces y a la vez haya que contextualizarlas porque tal vez tu hayas logrado que tu obra sea exactamente lo que tenías en tu cabeza, pero los demás se lo toman desde sí mismos.
Creo que es importante recordarnos que no tenemos que poner nuestra autoestima en nuestra obra, que no somos nuestra obra aunque forme parte de nosotros, y que no tenemos la exigencia de diferenciarnos o estar por encimade nadie. Somos muchos en el mundo y los demás también pueden ser igual de buenos que nosotros. Nunca sobra un profundo ejercicio de humildad con uno mismo. Creer que no quieres ser como los demás, a veces esconde un desprecio que precisamente te hace ser igual que los demás o al menos igual que aquellos con los que seguramente te quieras diferenciar.
Las críticas favorables suelen reafirmar cosas que ya sabemos, suelen ser confirmaciones de cuestiones de nuestra obra que están hechas de forma intencionada y que por tanto se perciben claramente.
Las críticas desfavorables aportan información en la que no habíamos caído. El problema con estas suele ser las connotaciones que les damos, si dejamos de tomárnoslas como información para convertirse en presión, es decir, el problema viene si nos las tomamos de forma personal. Es bueno no negar u obviar lo que no nos gusta, pero no flagelarnos con ello.
Suelen impactar más no solo cuando te desvelan cosas que no habías visto, sino cuando te pillan por sorpresa o cuando están relacionadas con patatas calientes, con temas o cuestiones delicadas para ti. También cuando son reiteradas y masivas.
Puede ser posible que tu obra pase desapercibida, que no genere ninguna reacción… pero lo importante es lo a gusto que se queda uno escribiéndolo, valorando el trabajo que cuesta lanzarse al vacío con entrega y convencimiento pleno. Tu eres tu propio testigo de lo que has hecho, y aunque sea difícil manejarse con la circunstancia de tener un público reducido, de ser minoritarios, eso no le quita mérito a nada por mucho que vivamos en un mundo enloquecido y cegado por la necesidad de fama y de hacerse notar.
Conclusiones
Como conclusión de ambos artículos (encuentros y desencuentros con la escritura I y II):
Si la escritura es una necesidad existencial genuina, que late fuerte, que nos genera una pasión intensa, debemos de abrirle un espacio en nuestra vida, por pequeño que sea. Dicha pasión nos puede ayudar a manejarnos estoicamente con lo que eso suponga, y aún así habrá momentos de duda y debilidad que son necesarios.
Si, por la razón que sea, vemos importante compartir nuestros escritos, sacarlos al mundo, tal vez esto sea como cruzar el océano, como ir a la guerrilla, lo cruzas por una necesidad imperiosa de explorar pero no sabes si habrá tierra firme al llegar, y por tanto lo importante para no caer en la frustración deber de ser el viaje en sí y lo que vas aprendido en este.